¿Cómo recuerdas tu primer acercamiento al sector gráfico?
En casa tenía la influencia de la arquitectura como profesión, así que en principio mi vida se dirigía a esa especialidad. Empecé estudiando para ser delineante, pero después de unos años me fui dando cuenta de que lo que realmente me gustaba era “crear”. Yo tenía una pulsión más artística y, aunque me gustaba la arquitectura, sentía que no podría expresar mi creatividad en ese campo. De hecho, cuando estuve estudiando diseño de interiores, los proyectos siempre los presentaba con un diseño muy cuidado, escogía los materiales para encuadernarlos, creaba logotipos con los títulos de los proyectos, escogía la tipografía (en aquella época era fan irredento de la Helvética y la Avenir). Así que decidí que tenía que formarme y trabajar en diseño gráfico, algo que me satisfacía plenamente. Y así lo hice.
¿Cuáles fueron tus primeros pasos en el mundo del diseño?
Es complicado encontrar una oportunidad de trabajar en algo que a priori no era tu primera opción, pero hay que intentar hacer lo que realmente te gusta y te llena como persona y como profesional. Gracias a una amiga, pude empezar a trabajar en el departamento de comunicación interna de la compañía farmacéutica Boehringer Ingelheim y allí constaté que no estaba equivocado: el diseño gráfico era lo que siempre me había gustado.
¿Por qué la vertiente gráfica del diseño?
Ya desde pequeño se me daba bien dibujar, tenía bastante imaginación y yo mismo creaba con cartulinas, colores, tijeras y pegamento fuertes del oeste o escenarios para mis muñecos. La vena artística la he tenido siempre y el diseño gráfico es lo que siempre había querido hacer: la entrada de un concierto, la portada de un libro, un póster, un lettering de los 50 o los 70… Aquello me fascinaba y aún me fascina, y lo que abarcaba todo esto era el diseño gráfico, aunque hace unos años todo tenía un aire como artístico y los diseñadores tenían ese halo de bohemios y excéntricos. Por suerte, creo que hoy el diseño gráfico ya está bien reconocido como una disciplina que mezcla tanto lo artístico como lo técnico y digital.
¿Cómo te definirías en tu faceta creativa?
En el diseño tiendo a ir a los extremos. A veces tengo una idea y pienso: “Esto va a tener unos colores llamativos, con mucho contraste”, pero después en el proceso del boceto y búsqueda de ideas, encuentro proyectos impresionantes, muy minimalistas, y me planteo: “¿Por qué no lo hago de ese estilo, tan neutro y elegante?”. Al final, realizo proyectos que mezclan un poco ambos casos. Las tendencias son un poco peligrosas y tentadoras a la vez. Si las sigues, creo que al final no pones de tu parte y ese diseño quedará muy esclavo del momento. Pero si consigues aplicar esa tendencia y darle la vuelta o mezclarla con tus propias ideas, puedes crear algo realmente interesante, pues al final un diseño, si es bueno, aguanta bastante en el tiempo.
Evidentemente estoy al día y puedo utilizar algún color o estilo que esté en ese momento muy en auge, pero no suelo seguir ninguna tendencia en concreto; nadie está obligado a hacerlo. A veces, buscando inspiración, guardo algún proyecto y luego me doy cuenta de que se diseñó hace cinco o diez años y sigue totalmente vigente. Esos trabajos son los que me interesan y a los que aspiro algún día, pero aún me queda muchísimo camino por recorrer.
“La impresión digital nos permite utilizar una amplia variedad de materiales,
y es un proceso muy rápido para tiradas cortas y proyectos urgentes”
¿Qué es lo que más te gusta diseñar?
Dentro del diseño gráfico hay muchos “nichos” de los que te puedes nutrir. Me gusta maquetar un manual, un tríptico y pelearte un poco con los encajes del texto, revisar las pruebas de impresión y los ajustes de color antes de imprimir.
También disfruto mucho aplicando un diseño a un packaging pues es un lenguaje diferente para promocionar un producto, o diseñar una caja desde cero; aunque no soy especialista en packaging estructural, me gusta el diseño tridimensional. Supongo que me viene de mi época dentro del diseño de interiores y de la delineación, donde necesitas cierta capacidad de pensamiento espacial y, sobre todo, ser muy perfeccionista y exacto en lo que dibujas.
El PLV es un mundo aparte, pues creas un pequeño escenario para el producto, un mundo en miniatura que rodea lo que quieres vender. En este campo hay auténticas obras de arte. La desventaja del PLV es que suele ser caro crear algo que salga de la norma. Además, según lo que quieras exponer, necesitas espacio y en según qué superficies de venta no puedes diseñar algo muy potente; ahí tienes que plantearte: “¿Cómo puedes crear un entorno para el producto que llame la atención del consumidor dentro de un espacio expositivo limitado?
Según tu experiencia, ¿qué debe primar más el contenido o el diseño?
Para mí el contenido es lo más importante, aunque si hablamos de la inmediatez de las redes, suele primar el primer impacto de un diseño llamativo. Muchas personas dan el “like” a algo muy atractivo y bonito, y ya no miran más si la combinación de colores tiene una base fundamentada o si el acabado formal responde a una idea. El verdadero reto de un diseño es crear algo que genere un interés estético y que, al mismo tiempo, tenga una base bien trabajada que justifique el uso de unos colores específicos o unos acabados de un material u otro.
Una vez acabado el diseño, ¿cuál crees que es el principal reto al plasmarlo en un soporte? ¿Cómo ayuda la impresión digital?
El principal reto es que el resultado final impreso sea atractivo y con un acabado correcto. Que los colores se ajusten lo máximo posible, porque en la pantalla, aunque trabajes en este caso en CMYK, son más brillantes, y a veces el tipo de papel, el acabado mate o satinado, o un color que no hayas pensado dentro de un rango correcto de impresión, puede arruinar todo el trabajo previo.
Lo bueno de la impresión digital es que te permite imprimir en una amplia variedad de materiales, y es un proceso muy rápido en tiradas cortas y proyectos urgentes al poder manipular la impresión casi en el acto. La puesta en máquina es económica y para fotografía es excelente, por lo que la impresión digital es una buena aliada para el diseño gráfico.
Por suerte, en mi último trabajo contábamos con impresores muy solventes que estaban ahí para aconsejarte en ajustes de colores o te guiaban con los artes para la impresión. Tengo un respeto infinito a los impresores y a los arte finalistas y creo que no se les valora. Aunque yo he revisado muchas creaciones antes de dar el visto bueno para imprimir, no soy ningún experto, pero me gusta seguir el proceso hasta el final. Mi trabajo no acaba cuando todo está aprobado por los responsables, a mí me gusta ver el acabado final, si tiene la calidad esperada, tocar el impreso; en definitiva, ver el resultado final de meses de trabajo.
“Tengo un respeto infinito a los impresores y a los arte finalistas.
Creo que no se les valora lo suficiente”
¿De qué trabajo o trabajos te sientes especialmente orgulloso?
Como proyecto personal, me siento especialmente orgulloso de la caja-concepto diseñada para Mostro Pasta. No pensaba que tuviera la repercusión que tuvo ya que el diseño fue una idea un poco loca. Al ser un proyecto personal, tenía la libertad de hacer lo que quisiera, pero aun así pensé el proyecto como algo que se pudiese realizar realmente, que fuese posible crear un troquel y producir en serie. Siempre intento que lo que hago sea lo más fiel a la idea que tenía mente, y que sea un diseño válido pero atractivo. Esto tiene relación con la pregunta anterior sobre el contenido y el diseño: trato de ser coherente en la forma y en el fondo.
Mostro Pasta, Packaging alimentación de doble uso: “La idea de poder servir una cantidad justa de pasta y que la caja se pueda utilizar como un baúl pequeño de juegos, dando una segunda vida al packaging, es lo que realmente gustó de Mostro Pasta”, afirma Iván.
Algunas de tus creaciones, y ésta en concreto, se han incluido en la prestigiosa plataforma “Packaging of the world”, ¿qué ha significado para ti?
Me sorprendí bastante cuando aceptaron el packaging de Mostro Pasta, porque era algo muy diferente a lo que se había visto hasta el momento para alimentación, sobre todo por los colores utilizados tan alejados de los códigos habituales de ese tipo de producto. Cuando pensé en ese concepto y ya lo tuve listo para publicar en Behance pensé: “Pero qué locura has hecho, van a pensar que te has vuelto loco”. Sin embargo, gustó bastante. En Linkedin tuvo más de 5000 reacciones, cuando yo apenas publico en esta red.
Creo que la idea de poder servir una cantidad justa de pasta y que la caja se pudiera utilizar como un baúl pequeño de juegos, dando una segunda vida al packaging, es lo que gustó. Y esa era la idea principal del concepto: cuidarte y cuidar de los tuyos comiendo lo necesario y respetando el medio ambiente al aprovechar el packaging para jugar y guardar pequeños juguetes dentro de los pequeños dispensadores que hay en el interior.
Otra idea fue Rebel. Lo que me gusta de ese proyecto es que la caja misma se convierte en un pequeño expositor del producto si la abres lateralmente: el tubo está sobre una peana y la cara interior de la caja muestra a un modelo orgulloso de ser un hombre “normal”, pues el producto dirigido a este grupo. Ya estaba cansado de ver productos de cuidado personal con modelos idealizados y pensé: “¿Los que no somos tan perfectos qué? ¿no podemos cuidarnos?”. De ahí el nombre de Rebel y la forma irregular de la caja: el producto va dirigido a los que no encajamos en los estándares que nos venden en los medios.
El hecho de que me publicaran en Packaging of the World me dio un “chute” de energía y me ayudó a creer que quizás no lo estaba haciendo tan mal dentro del packaging, aunque fuesen ideas conceptuales pero posibles de producir.
Santo Pecado, Campaña integral identidad visual: “Santo Pecado es un concepto de identidad visual de cafetería artesana con una imagen gamberra y diferente. Los personajes presentan los productos en actitudes rebeldes, o directamente escenificando algunos pecados capitales y se aplican en las paredes del local y en todo el material necesario. De esta manera, se consigue una imagen dinámica, fresca y global de la cafetería”, explica Iván.
¿Qué diseños tienes ahora entre manos? ¿Con qué estás experimentando?
Ahora mismo estoy planteando unos diseños de cartelería, señalética y folletos relacionados con el empoderamiento de la mujer, pero esta vez voy a usar más la ilustración, que es algo que he tocado poco, salvo en el proyecto Santo Pecado. Así que espero que surja algo interesante. Quiero probar también los acabados al estilo “overprint” o emular la risografía, sistema de impresión digital de alta velocidad.
También tengo pensado en contactar con distribuidores de alimentación para saber si la idea de Mostro Pasta les parece viable e interesante de comercializar. Creo que la idea puede ser buena para crear una línea de personajes para diferentes tipos de pasta, desde un robot o un cofre pirata, y que cada caja pequeña fuese un personaje diferente y el interior, la bodega del buque. Las posibilidades pueden ser muchas, extraterrestres, monstruos para una edición especial de Halloween etc., pero siempre de forma inclusiva y no sexista.
Y como reto personal estoy empezando con After Effects porque me gusta también todo lo relacionado con el diseño visual, pero me queda mucho por aprender...
www.behance.net/ivan_mata_dg
www.instagram.com/ivanmdg
**Entrevista publicada en exclusiva en la revista impresa #APdigitales #55 (Enero/Febrero 2021)